sábado, 22 de enero de 2011

2A - La metamorfosis

Presento uno de los posibles 'miniensayos' como modelo o pauta.

 

EL HUMOR COMO ELEMENTO CLAVE DE LA NOVELA



A pesar de su fama de tétrica, obsesiva, claustrofóbica y angustiada, la literatura del escritor checo es la más brillante constatación de que, en este siglo, sólo el humor nos salva. Porque Kafka es, antes que cualquier cosa, un humorista.
La metamorfosis, su obra más célebre, es así una tragicomedia que empieza como un relato fantástico y se convierte (gracias a la compleja sencillez que practicó Franz Kafka para alcanzar lugares a los que ningún otro autor después que él ha logrado llegar) en una indagación acerca de la culpa, la identidad y la imposibilidad de saber quiénes son los otros, la impotencia que nos suscita el hecho de que ante los otros siempre seremos unos extraños, la certeza de que en el fondo también somos extraños para nosotros mismos.
Si Kafka hubiera querido hacer de Gregorio Samsa un héroe al despertar después de una noche inquietante, habría reparado en que todos los miembros de su familia (y por extensión todos los hombres), se habían transformado en repugnantes insectos a los que no le hubiera quedado más remedio que exterminar. Hubiera estado tan solo como lo está en el texto de su novela, pero al menos no se sentiría culpable de su transformación y tal vez podría considerarse el salvador de la especie. Pero Kafka no necesitaba un héroe sino una víctima que no sabe por qué le ha pasado lo que le ha pasado,  pero al que no le queda más salida que la propia inmolación, después del ocultamiento.
Sólo el frío humor kafkiano podía  conseguir que esa fábula se convirtiese en uno de los textos imprescindibles del sigloXX: el texto que representa a la literatura de este siglo por su esencialidad, por su vigor, por su poesía sin adornos superfluos. El humor actúa aquí como un cuchillo que nos hace cosquillas justo en el punto donde tememos que se nos acabará clavando. Esa distancia que establece el narrador entre el drama que experimenta Gregor y la tranquilidad pasmosa con que se exponen los hechos, como si fuera la cosa más natural del mundo, supone una vuelta de tuerca que minimiza la tragedia y, por lo tanto, la hace más humana, más cordial y verosímil.
En otras palabras, la técnica de Kafka coincide con lo que, en esa misma época, intentaban con éxito los grandes directores del cine cómico o los pintores expresionistas: exponer los temores y dudas del ser humano desde una perspectiva que diera cuenta de su fragilidad y, al mismo tiempo, dibujara una sonrisa en el rostro del lector o el espectador.



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          EL PAÍS
     21-ENERO-2011





CITAS


 
·         (pág.9) Se le ocurrió que todo sería muy fácil si vinieran a ayudarle. Dos personas fuertes –pensaba en su padre y en la criada- hubiesen bastado perfectamente; sólo tendrían que meter los brazos debajo de la abombada espalda, sacarle de la cama, inclinarse con la carga y depositarle con cuidado en el suelo. Pese a lo difícil de la situación, no pudo reprimir una sonrisa.

·         (pág. 10) Gregor trató de imaginar si no podría ocurrirle alguna vez al apoderado algo parecido a lo que le ocurría hoy a él mismo.

·         (pág. 17) El apoderado estaba más cerca de la puerta que los otros y, apretando la mano contra la boca abierta, retrocedía lentamente como si le fuera ahuyentando una fuerza invisible y de efecto continuo.

·         (pág 21) La madre corrió de un modo absurdo hacia atrás, sin reparar en la mesa; al llegar junto a ella, se sentó encima, como distraída, y no pareció notar que, a su lado, de la gran cafetera volcada, caía el café a chorros sobre la alfombra. ¡Madre, madre! –dijo suavemente Gregor. Por un instante se había olvidado del apoderado; en cambio, al ver cómo chorreaba el café, no pudo menos de abrir y cerrar varias veces las mandíbulas en el vacío. Al verlo, su madre dio otro alarido, huyó de la mesa y cayó en brazos del padre, que corría hacia ella. 

·         (pág.44) Así pues, corría delante del padre, se quedaba quieto cuando el padre se paraba, y de  nuevo echaba a correr cuando el padre hacía el menor movimiento. Dieron así varias veces la vuelta a la habitación sin que, por su lentitud, aquello tuviera la apariencia de una persecución.

·         (pág.54)La familia comía en la cocina. No obstante, el padre, antes de ir a la cocina, entraba en la sala y, con una sola reverencia, gorra en mano, daba una vuelta en torno a la mesa. Los huéspedes se levantaban los tres y murmuraban algo entre dientes. Después, ya solos, comían casi en absoluto silencio. A Gregor le parecía extraño que de los múltiples ruidos de la comida sobresaliera siempre el de los dientes al mascar, como para mostrar de esa manera a Gregor que, para comer, hacía falta dentadura, y que con mandíbulas desdentadas, por magníficas que fuesen, no se podía hacer absolutamente nada “Yo tengo hambre» , decía Gregor para sí, lleno de aflicción, «pero no me apetecen esas cosas. ¡Cómo se alimentan esos huéspedes, y yo, mientras, muriéndome! “.


·        (pág. 56) Los huéspedes se enfadaron un poco. Le pedían explicaciones al padre, levantaban también ellos los brazos, se mesaban nerviosos las barbas e iban retrocediendo, pero muy despacio, hacia su cuarto.

viernes, 14 de enero de 2011

4A -"Fortunata y Jacinta" > De la novela al cómic y al cine




El texto que vas a leer relata un encuentro entre Fortunata y Juanito Santa Cruz, mucho tiempo después de que Juanito abandonara a Fortunata tras dejarla embarazada.  


Se fue a su casa, y al día siguiente salió a comprar tela para un vestido. Estuvo en dos tiendas de la Plaza Mayor, tomó después por la calle de Toledo, con su paquete en la mano, y al volver la esquina de la calle de la Colegiata para tomar la dirección de su casa, recibió como un pistoletazo esta voz que sonó a su lado:
    -¡Negra!
    Le miró, y se puso del color de la cera blanca. Él entonces detuvo un simón que pasaba. Abrió la portezuela y miró a su antigua “amiga” como diciendo: “¿Vienes o no? 
    La vacilación duraría como un par de segundos. Y después Fortunata se metió en el coche de cabeza, como quien se tira en un pozo. Él entró detrás, diciendo al cochero:
    -Mira, te vas hacia las Rondas ... paseo de los Olmos ... el Canal.
    Durante un rato se miraban, sonreían y no decían nada. A ratos Fortunata se inclinaba hacia atrás, como deseando no ser vista de los transeúntes; a ratos parecía tan tranquila, como si fuera en compañía de su marido.
    - Ayer te vi ... digo, no te vi... Vi el entierro y me figuré que irías en los coches de delante.
   
Los ojos de ella le envolvían en una mirada suave, cariñosa.
    -¡Ah! Sí! El entierro del pobre Arnaiz. Dime una cosa: ¿me guardas rencor?
    La mirada se volvió húmeda.
    -¿Yo? Ninguno.
    -¿ A pesar de lo mal que me porté contigo?
    -Ya te lo perdoné.
    -¿Cuándo?
    -¡Cuándo! ¡Qué gracia! Pues el mismo día.


 

    -Hace tiempo, nena negra, que me estoy acordando mucho de ti -dijo Santa Cruz con cariño que no parecía fingido, clavándole una mano en un muslo.
    -¡Y yo! Te vi en la calle Imperial... No, digo, soñé que te vi.
    -Yo te vi en la calle de la Magdalena.
    -¡Ah, sí!, la tienda de tubos; muchos tubos.
    Aun con este lenguaje amistoso, no se rompió la reserva hasta que salieron a la Ronda de Toledo. El coche penetraba en el silencio y en la soledad, como un buque que avanza en alta mar.
    -¡Tanto tiempo sin vernos! –exclamó Juan pasándole el brazo por la espalda.
    -¡Tenía que ser, tenía que ser! -dijo ella inclinando la cabeza sobre su hombro. Es mi destino.
    -¡Qué guapa estás! ¡Cada día más hermosa!
    -Para ti toda –afirmó ella, poniendo toda su alma en una frase.



  ACTIVIDAD

    


        En el texto, Galdós dosifica la secuencia  del encuentro con pulso cinematográfico,  desde el chispazo panorámico inicial hasta el final en primer plano. Dibuja el proceso en un story board de seis viñetas que pudiera servir de pauta al director para rodar la secuencia.