Previamente hay que diseñar el "storyboard" de la secuencia en seis planos con texto del original tanto en las cartelas narrativas como en los diálogos.
Cada equipo publicará una fotografía del "storyboard" y un enlace al vídeo, previamente publicado en youtube.
Cierre > 17 de diciembre a las 21h.
TEXTO
Se fue a
su casa, y al día siguiente salió a comprar tela para un vestido. Estuvo en dos
tiendas de la Plaza Mayor, tomó después por la calle de Toledo, con su paquete
en la mano, y al volver la esquina de la calle de la Colegiata para tomar la
dirección de su casa, recibió como un pistoletazo esta voz que sonó a su lado:
-¡Negra!
Le miró, y se puso del color de la cera
blanca. Él entonces detuvo un simón que pasaba. Abrió la portezuela y miró a su
antigua “amiga” como diciendo: “¿Vienes o no?
La vacilación duraría como un par de
segundos. Y después Fortunata se metió en el coche de cabeza, como quien se
tira en un pozo. Él entró detrás, diciendo al cochero:
-Mira, te vas hacia las Rondas ... paseo de
los Olmos ... el Canal.
Durante un rato se miraban, sonreían y no
decían nada. A ratos Fortunata se inclinaba hacia atrás, como deseando no ser
vista de los transeúntes; a ratos parecía tan tranquila, como si fuera en
compañía de su marido.
- Ayer te vi ... digo, no te vi... Vi el
entierro y me figuré que irías en los coches de delante.
Los ojos de ella le envolvían en una mirada
suave, cariñosa.
-¡Ah! Sí! El entierro del pobre Arnaiz.
Dime una cosa: ¿me guardas rencor?
La mirada se volvió húmeda.
-¿Yo? Ninguno.
-¿ A pesar de lo mal que me porté contigo?
-Ya te lo perdoné.
-¿Cuándo?
-¡Cuándo! ¡Qué gracia! Pues el mismo día.
-Hace tiempo, nena negra, que me estoy
acordando mucho de ti -dijo Santa Cruz con cariño que no parecía fingido, clavándole
una mano en un muslo.
-¡Y yo! Te vi en la calle Imperial... No,
digo, soñé que te vi.
-Yo te vi en la calle de la Magdalena.
-¡Ah, sí!, la tienda de tubos; muchos tubos.
Aun con este lenguaje amistoso, no se
rompió la reserva hasta que salieron a la Ronda de Toledo. El coche penetraba
en el silencio y en la soledad, como un buque que avanza en alta mar.
-¡Tanto tiempo sin vernos! –exclamó Juan
pasándole el brazo por la espalda.
-¡Tenía que ser, tenía que ser! -dijo ella
inclinando la cabeza sobre su hombro. Es mi destino.
-¡Qué guapa estás! ¡Cada día más hermosa!
-Para ti
toda –afirmó ella, poniendo toda su alma en una frase.