
ELMIRA: -Este
catarro me tortura mucho.
TARTUFO:
-¿Queréis un poco de jugo de regaliz?
ELMIRA: -Bien
veo que éste es un catarro pertinaz y todos los jugos del mundo no
servirían de nada.
TARTUFO: -Muy de
lamentar es eso.
ELMIRA: -Más de
cuanto se puede decir.
TARTUFO: -Como
os explicaba, vuestro escrúpulo es fácil de destruir. Aquí estáis segura de
un pleno secreto y el mal no consiste nunca sino en el escándalo
que promueve. Sí; el escándalo del mundo es lo que produce la
ofensa; y no es pecar, pecar a calladas.
ELMIRA (Después de toser una vez más): -Ya veo que es
necesario prepararse a ceder, que debo otorgarlo todo y que, a no
mediar esto, no me cabe persuadir. Desastroso es, sin duda,
llegar a eso y muy a pesar mío lo hago; pero, puesto que se obstinan
en reducirme a ello, puesto que no se cree en nada de lo que
digo, y se quieren testimonios más convincentes, menester es
resolverse y contentar. Si mi consentimiento entraña alguna ofensa,
recaiga sobre quien me fuerza a tal violencia. La culpa en verdad
no es mía.
TARTUFO: -Sí, señora;
sobre mí recae, y la cosa en sí…
.
ELMIRA: -Os ruego que
abráis la puerta y miréis si no estará mi esposo en esa galería.
TARTUFO:-No merece la
pena que nos tomemos ese cuidado. Es hombre, hablando entre
nosotros, fácil de conducir por las orejas. De todas nuestras
pláticas él no hará sino elogios; que le he puesto en el punto de verlo
todo y no creer nada.
ELMIRA: -No importa. Os
ruego que salgáis un momento y miréis con exactitud toda la galería.
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